Lloramos por
nosotros mismos
En la muerte
de un hijo no lloramos por quien partió,
sino por nosotros mismos. Nos vemos privados
de la presencia de alguien que amamos, que
es carne de nuestra carne, fruto de nuestra
entrañas. En una perspectiva de fe, sabemos
que existe un mundo mejor, mas bello, donde
no habrá sufrimiento ni dolor, pero la
tristeza de nuestro mundo interior es tan
grande, que es el motivo de nuestro llanto.
Lloramos por nuestras seguridades que se
desvanecen, por el sentido de la vida que
desaparece, por un Dios que nos parece
injusto, !por nosotros mismos!
¡Llorar es necesario! Pero recuerde también
lo que dice la Sagrada Escritura: "Todo
tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo
el cielo: Tiempo de nacer y tiempo de morir.
Tiempo de llorar y tiempo de reír" (Eclesiastes
3,2.4). Ahora es tiempo de derramar
lagrimas, pero no deje que ellas apaguen el
brillo de sus ojos. Es tiempo de sentir el
dolor de la soledad y la nostalgia, pero que
estas no le quiten el gusto por la vida o el
amor por las personas que le quedan. Hay aun
muchos motivos para alegrarse, aunque le
cueste pensar en esto. Mas adelante usted
aprenderá a disminuir sus momentos de llanto
e, incluso, a anularlos. Quedara la
añoranza, la nostalgia de quien despidió en
una estaciona su hijo, y no le dijo "adiós",
sino "hasta luego".
No
crea en los mensajes del más allá
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Es muy
común que en los momentos de dolor
intenso, fruto de la perdida de un hijo,
los padres quieran una explicación para
tal separación. En un afán de consuelo,
aceptan todo, incluso mensajes de medium.
Si usted es cristiano, católico, !no
crea en esas tonterías! La Biblia es muy
clara al afirmar que no se debe invocar
a los muertos (cf. Deuteronomio
18,9-13). Una vez separados por la
muerte, los seres queridos no pueden ya
intervenir en nuestro mundo ni, mucho
menos, enviarnos mensajes. En la mayoría
de los casos, estos mensajes se dan en
un momento de trance psicológico y, en
otros, no pasan de una simple farsa del
medium.
Tuve la oportunidad de atender a muchos
padres que me traían, angustiados,
mensajes supuestamente dictados por sus
hijos muertos. Era tan grande la
diferencia entre el mensaje de un medium
y el de otro, que parecía una broma
infantil. En vez de consolar, herían aun
mas. Hurgaban en una herida pronta a
cicatrizar.
Usted como cristiano solo puede creer en
la Resurrección; fue lo que Jesús
prometió a quienes creyeran en su
nombre. Este seguro de que, mas allá de
la noche oscura de la muerte, existe un
Padre bueno y misericordioso que nos
espera con los brazos abiertos.