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Un día nos encontraremos
Tenemos cierta tendencia a retener las cosas y las
personas que amamos. No soportamos la idea de perderlas.
Sin embargo, todos tenemos un fin y como tal, partiremos
tarde o temprano. Aprendamos a vivir y saborear la
presencia de las personas como una gracia que Dios nos
da, en el tiempo de nuestra existencia mortal.
No digamos "adiós" a las personas que amamos, sino
"hasta pronto" . Hasta luego porque nuestro Dios
garantiza un destino feliz a quienes nos guiamos por la
fe en un mundo nuevo. Jesús mismo afirmo que en la casa
del Padre hay mucha moradas. Nadie que tenga fe y viva
la caridad quedara por fuera. Todos participaremos del
gran banquete del Reino de los cielos.
Un día nos encontraremos en la casa del Padre. Entonces,
todo dolor de separación será como la espera de un hijo
en gestación: la alegría final nos hace olvidar toda
tristeza pasada. En el abrazo de la eternidad de Dios,
sabremos que toda nuestra confianza en El valió la pena;
los que nos precedieron en el gran día final nos
preparan un lugar. Usted, padre o madre, será bien
recibido en la morada eterna. Su hijo no ha muerto, solo
partió antes. Viva bien en esta tierra, asuma su
existencia como un don y, un día, se realizara el
encuentro final.
Ore siempre
Todo lo que hemos dicho, puede o no decirle algo. Por
mucho que quisiéramos sentir lo que usted esta
sintiendo, no seria lo mismo. Los sentimientos se pueden
percibir, pero nunca compartir en la misma forma en que
se experimentan. Lo que intente fue hacer dar algunas
pistas a partir de los muchos casos de padres a los que
he ayudado a consolar en el momento de la perdida de un
hijo. Los síntomas se repiten casi siempre y las
propuestas que hemos hecho, creo, pueden aliviar o
acabar gradualmente con el dolor.
En todo caso, recuerde que solo Dios es el gran
consolador. Solo con la gracia de Dios y la fuerza de su
Espíritu Santo es posible llenar el vacío de nuestro
pecho. El Señor lo hace sin decir nada, actúa en el
silencio que le es característico. Por tanto, aprenda a
hablar con El, el medico de los médicos, el verdadero
psicólogo del alma. Ore sin cesar, rece sin desanimarse.
Ponga ante el Padre su dolor, aflicción y nostalgia.
Dígale todo lo que no puede decir a nadie mas. Pero
aprenda, como ya dijimos, a agradecer el don de su hijo.
Al final, deténgase, haga silencio, medite la Sagrada
Escritura para escuchar la respuesta que, con seguridad,
Dios le dará a través de alguna intuición o señal. !Dios
lo ama en Jesús!
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